martes, 13 de marzo de 2012

HECHICERA, CUENTO DE LOURDES GUTIERREZ

Ania, tiene 8 años y le fascina bailar como las gitanas. Pero hay algo que nunca le han gustado: los gatos.

Una noche Ania no podía dormir. Desde su cama observaba cómo el fino hilo de luz de la luna menguante alumbraba su habitación. De repente apareció de la nada una gata negra. Ania sorprendida se talló los ojos pensando que no estaba viendo bien. Pero frente a su cama la gata caminaba en círculos, ignorando a la niña, presumiendo sus patas largas y su cola peluda.

Ania no pronunció palabra; parecía como si el miedo la hubiera paralizado o tal vez había sido hechizada con los movimientos de la gata.

-No me gustan los gatos, mucho menos los negros, dijo al fin Ania con voz insegura tras un largo silencio

-Pero mis pasos te ha seducido -contestó la gata.

-¡Hablas! -dijo asombrada Ania.

-Miauuuu -maulló la gata negra.

-¿Quién eres? ¿De dónde saliste? ¿Qué haces aquí?

-¡Muchas preguntas! Soy Hechicera -respondió la gata.

-¿Hechicera? ¿Ése es tu nombre? ¿De dónde vienes?

-¡Demasiadas preguntas! He venido a regalarte un hechizo, puedo hacer magia, así que pide lo que quieras.

-¿Un hechizo? ¿El que quiera? ¿Por qué?

-Te he visto bailar y me han gustado tus bailes. -dijo Hechicera con envidia- Por eso estoy aquí.

Ania pensó por un momento y contestó:

-Mmmm, pues lo único que quiero es hacerte desaparecer

-¡Desaparecer! ¿yo? Nunca nadie me lo había pedido, dijo con voz nerviosa Hechicera. ¡Bueno!, si ese es tu deseo; pero antes quiero que bailes un poco, después bailaré un poco para ti y al final cumpliré tu deseo y desapareceré.

-¡Está bien!

Ania se bajó de la cama, tomó su pandero y comenzó a danzar. Sus movimientos eran precisos y bellos. Su camisón se movía ondeante al ritmo de sus caderas. El retumbar del pandero seguía el ritmo del cabello negro y ondulado de Ania. En sus ojos verdes se podía ver un gran esplendor y en su piel canela se reflejaba felicidad, pero no así para Hechicera.

Al final, después de que Ania hizo una caravana, la gata sonrió de manera muy fingida.

-Ahora es mi turno, dijo Hechicera.

Ania se sentó sobre la cama y esperó.

Y la gata comenzó… danzaba con un andar como si lo hiciera entre nubes. Sus movimientos eran muy suaves pero muy elegantes y a veces un tanto presumidos. La majestuosidad de la gata empezó a causar fascinación en Ania. En cada compás, la niña sentía un magnetismo hacia la desagradable bestia. Con cada giro, Ania iba siendo hechizada por la gata. Llegó el momento cuando Ania se sintió dominada por Hechicera, al fin la gata la había hecho su prisionera y se sintió rendida ante las patas del felino. Cuando Hechicera terminó, Ania no podía ni hablar.

-Ahora es tiempo de cumplir tu deseo -rompió el silencio Hechicera.

-¡Nooo! ¡Espera! -gritó Ania- ¡Nunca había visto un baile igual! ¿Dónde lo aprendiste?

-¡Otra vez preguntas! Será mejor que desaparezca…

-¡No, por favor! Tus bailes me tienen encantada…

-¿De veras? preguntó la gata sonriendo

-¡Claro! me encantaría bailar como tú. Por favor Hechicera, baila una vez más

La gata se sintió muy confundida con las palabras de Ania; en realidad sentía una gran envidia por la niña, pues los movimientos de Hechicera eran lentos como si expresara tristeza y pesadez, a diferencia de Ania cuyos movimientos eran rápidos y en donde la alegría y la soltura se podían ver.

-¡Basta! dijo Hechicera muy enojada

-¿Qué sucede? preguntó Ania intrigada

-Anteriormente yo podía hechizar a cualquiera con mi danza. Un día mientras bailaba la luna se fijó en mí y se hizo mi prisionera. Desde entonces todas las noches sale para verme bailar. Si le gusta mi danza, se pone llena y alumbra la noche con su luz. Es cuando está redonda y brillante que me siento encantada, vivo hipnotizada con su belleza, no puedo huir de ella. Sin embargo hay días que la luna rechaza mi baile y tan solo asoma un poco de su luz. Mi cabeza gira, me siento morir. Sólo en la luz de la luna llena encuentro la solución .Por eso he venido a llevarte para que todas las noches bailes ante la luna y esté siempre contenta y se acabe mi maldición.

-¿Llevarme a mi? ¿A dónde? ¿Cómo? Preguntó con voz temerosa la niña

-Además de bailar, ¿sólo sabes preguntar?

En su interior Ania sabía que la gata podía hacer cualquier cosa y sintió mucho miedo. Así que pensó un poco y le contestó:

-¡Está bien Hechicera! No volveré a hacer preguntas, pero quiero decirte algo:
Así es la luna, unos días la puedes ver completa y otros no, no es tu culpa, yo creo que tus bailes cautivan a cualquiera, hasta yo lo puedo sentir

-¿De veras? -titubeó Hechicera.

-¡Claro! sonrió Ania, te propongo algo: dame oportunidad de cambiar mi deseo.

-¿Cambiar tu deseo? Nunca nadie me lo había pedido. ¿Qué es lo que quieres ahora?

-Los días que la luna esté en su esplendor, baila hasta el amanecer a tu amada, pero los días que la luna no esté llena ven a visitarme y juntas bailaremos danzas gitanas para que después se las puedas mostrar. Tú me enseñas tu porte tan elegante, yo mi ritmo.

-¡Está bien! -dijo Hechicera al mismo tiempo que ronroneaba.

Y así fue, en las noches de luna llena Hechicera no visitaba a Ania; las demás noches bailaban juntas hasta el amanecer.

Una noche Ania escuchó que ocurriría un eclipse lunar. Para una niña de su edad, no era fácil entender muy bien qué era eso, sin embargo decidió observar la luna. Esa noche era luna llena así que Ania sabía que Hechicera no la visitaría, por lo que se paró de frente a la ventana de su habitación y esperó.

De repente una sombra negra empezó a tapar la luna, parecía como si un velo oscuro la cubriera. Desde su ventana, Ania distinguió los movimientos precisos y elegantes. Era Hechicera. La niña notó que la gata estaba bailando de frente y muy cercana a su amada luna llena. Entre ellas ya no había distancia, ya no era necesario conjurar con el baile a la hermosa luna llena. Unos momentos más tarde, Ania pudo ver cómo la sombra negra de Hechicera tapaba por completo a la luna.

En la oscuridad total la niña comprendió lo que era un eclipse. Lo que nadie nunca supo fue que el corazón de Hechicera había sido eclipsado por la luna. Esa noche fue la última vez que Ania supo algo de Hechicera.